1. Yo

Miro la oscuridad atentamente, no puedo permitirme el lujo de pasar por alto un solo detalle. Recorro con los ojos cada una de las siluetas de la calle: una farola, un banco, un contenedor... Ni rastro de vida. Continúo andando sigilosamente con mis ojos felinos aún pendientes.

Ahí está, ese pequeño haz de luz tan familiar. Me acerco con cautela, pero me topo con la desagradable sorpresa de que la ventana de la habitación está cerrada. Vaya, no tengo más remedio que sacar una de mis afiladas uñas y meterlas entre marco y ventana. Poco después siento la fría superficie del pestillo, y no tardo en quitarlo ágilmente.

Levanto lenta y suavemente la ventana y miro hacia la calle antes de internarme con un hábil salto dentro de la habitación. Una ligera brisa hace que las cortinas se mezan al son de las caricias del viento, lo que provoca que se produzca un movimiento a mi derecha. Giro la cabeza en su dirección, y ahí está de nuevo esa luz, procedente de la figura que duerme plácidamente sobre su cama. Ando hacia ella poniendo mucho cuidado en no realizar ni el mínimo ruido, o corro el riesgo de que se despierte.

Observo la persona que se encuentra delante de mí desde los pies de la cama. Su rostro está sereno, lleno de paz, y en la parte de la sien se encuentra la luz latente, con vida. Mis orejas se arquean de satisfacción.

Doy unos cortos pasos para acercarme más, me inclino hasta tener sus facciones a apenas unos centímentro de mi rostro, y entonces le deposito un suave beso en la frente, tan dulce como el abrazo de una madre. De pronto mis labios relucen, y la luz que antes se encontraba palpitando en su frente desaparece.

Ahora se encuentra cubriendo mis labios, que parecen estar hechos del mismo material que la luna, pero ese brillo en seguida desaparece cuando extiendo la mano en frente de mí y soplo hacia ella. Una brillante bolita se mantiene suspendida en el aire justo encima de mi mano, como una bombilla de luz blanca. En este instante me pertenece a mí, y nadie más es capaz de conseguirlo, a menos que yo lo desee.

Cierro la palma de la mano, cubriendo la pequeña esfera luminosa con los dedos. La abro lentamente, y ya no queda nada de ella, tansolo se encuentra en mi mano una diminuta piedra que reluce a la luz de la luna, dándole el aspecto de un diamante.

La guardo en una bolsa de terciopelo, y la cierro con mucho cuidado. Me doy la vuelta con elegancia, consiguiendo así que mi suave cola roce la mejilla de la figura durmiente. Salgo de la habitación y cierro la ventana, cuidando de que nadie se encuentre en la calle.

Mi trabajo ha terminado por hoy, próximo objetivo, encontrar a la persona adecuada.