3. Curiosos

Siento un fuerte tirón en el brazo, tan fuerte que me arranca de la cama, y de pronto la acogedora imagen de la habitación se convierte en una mancha negra llena de sombras borrosas. Me cuesta descubrir que esas sombras son casas, y cuando caigo en la cuenta me remuevo con toda la fuerza posible. Pero no puedo escapar.

Oigo el aullido del viento tronando en mis sensibles oídos, y el dolor llega hasta mi cabeza. Mis piernas se encuentran casi en paralelo con el suelo de tanta velocidad. Es como si estuviéramos volando, cortando el aire en dos. Miro abajo, y soy capaz de ver continuas líneas de luz en la oscuridad. No recuerdo que haya luces en el suelo de la carretera, las únicas que hay en las calles son las farolas y las habitaciones encendidas... un momento...

¡Realmente estamos volando!

Tan rápido como un rayo, el ruido se calla y estoy siendo tirada en la hierba de una enorme colina. Intento levantarme pero en seguida un pie presiona mi espalda de manera que no soy capaz de incorporarme, y un intenso dolor inunda la parte de mi columna vertebral. No puedo evitar soltar un gemido de dolor. Bueno, prefiero eso a pegar un grito.

-¡Suéltame, bicho asqueroso!- exclamo revolviéndome y provocándome más dolor.

-Levanta- me ordena con un tono de voz tan frío que si tuviese sangre se me congelaría.

"¡Lo haría si me quitases el pie de la espalda, pedazo de animal!" pienso. Me agarra del cuello con brutalidad y me pone en pie. Lo cierto es que no podría mantenerme en esta posición si no me estuviese agarrando.

-Vaya, vaya, vaya...- dice una voz que no es procedente del vampiro a mi lado- Por fin te has decidido en venir, parece que has tenido un buen festín.

Levanto la cabeza y una luz muy intensa me ciega por completo. Intento adaptar la vista, algo difícil con tanta luz de por medio, y cuando consigo entrecerrar los ojos, no sin esfuerzo, descubro que la luz proviene de unas farolas de distintos tamaños. Pero, ¿dónde se encuentra la persona que acaba de hablar? Fuerzo la vista para poder ver a través de tanta luz, y entonces es cuando me fijo en la farola más pequeña. No me lo puedo creer... No son farolas... Son personas... Y esa luz tan brillante proviene de... de... sus frentes.

Y, ¿eso no es un niño? ¿Qué hace un niño en un sito como este? No, espera, ¿qué hace en una situación como esta y a estas horas? ¿No debería estar ya en la cama durmiendo? La expresión seria y malévola de su rostro no me recuerda para nada a la de un niño. Parece más bien un hombre, un adulto metido dentro del cuerpo de un niño. ¿Puede ser eso posible?

Y ahí está la respuesta a mi pregunta, en aquella sonrisa adornada con unos afilados dientes deseosos de ser incados en un suave y cálido cuello.

Hace apenas unos segundos creía que los vampiros no existían, y de pronto no me encuentro con uno, sino con casi diez abominables criaturas con apariencia humana y deseosos de sangre. Irónico, ¿verdad? Que alguien como yo crea que no existen vampiros. Si existo yo está claro que deberían existir muchas otras criaturas. ¿Existirán también hombres lobo? ¿Por qué no?

-No- contradice al fin mi captor-. En lugar de eso he encontrado algo bastante interesante.

De nuevo acabo tirada en la hierba fresca, pero por suerte esta vez con las manos por delante a modo de amortiguación. ¿Es que no se decide? O me agarras o me tiras.

-¿Comida?- pregunta el niño alzando una ceja.

-Averígualo tú mismo.

Apollo el brazo en la hierba temblando, en un intento por incorporarme, pero cuando intento levantar mi cuerpo me resulta realmente difícil. Me detengo al ver que unos pequeños pies se acercan pausadamente pero con firmeza, y se paran a pocos centímetros de mí. Levanto la cabeza muy lentamente, evaluando cada ángulo de aquella pequeña pero poderosa criatura, y al fin me encuentro con su redondo rostro.

-No siento ni hambre ni odio- observa.

-Increíble, ¿verdad?- dice mi agresor con un ligero aire de superioridad.

-Increíble- confirma con una sonrisa de satisfacción en los labios.

El niño flexiona las rodilla hasta que nuestros rostros se quedan frente a frente. Siento su mirada perforándome cada una de las facciones de la cara provocándome un leve escalofrío en la espina dorsal. Me es casi imposible no mostrar mis sentimientos de miedo hacia el pequeño asesino que tengo delante. Sí, estoy completamente aterrada, ¿acaso no lo estarías si te encontrases a una banda de vampiros que parecen interesados en ti?

-No quiero comerte- dice adoptando un tono infantil-, ni quiero matarte.

Esboza una sonrisa característica de un niño, fresca y satisfecha.

-Chicos- dice justo antes de levantarse-, enseñémosles lo que hemos encontrado nosotros.

En cuestión de milésimas de segundo oigo un golpe seco a mi lado seguido de un quejido. Giro la cabeza despacio en la dirección del sonido con curiosidad, y una fuerte punzada de dolor llega a mi cuello. Entonces lo veo. Mis ojos se abren lentamente hasta quedarse como platos. Ya no puedo ocultar lo que siento. Asombro.

-Realmente increíble- conluye el niño volviendo a adoptar una mirada malévola.