2. Frío

Abro los ojos lentamente, y lo primero que veo son unos enormes ojos observándome a pocos centímetros de mi cara. Soy incapaz de no sorprenderme, pero también soy lo suficientemente buena controlando mis sentimientos como para no mostrarlos, y mi rostro se mantiene sereno. Sin embargo, no soy capaz de formular la pregunta que me ha venido a la mente.

-Qué curioso...- dice el dueño de esos ojos rojos, bañando así mis facciones con su frío aliento- Pasaba por aquí en busca de un vaso de sangre, y cuando creo haber encontrado a la presa perfecta resulta que no tengo ningún antojo de su carne.

Esboza una sonrisa juguetona, mostrando unos dientes demasiado afilados como para ser humanos. Un vampiro. Pero hay una cosa que me llama mil veces más la atención que su afilada dentadura, y es aquella luz tan brillante que palpita en el centro de su sien como un pequeño sol. Su intensidad casi me deslumbra, pero he de mostrar firmeza y sobre todo tranquilidad ante aquella criatura si quiero mantener mi identidad oculta.

-Por un momento pensé que podrías ser una vampiresa, pero tu piel es demasiado blanda- observa mientras pasa uno de sus helados dedos por mi brazo.

-No me toques- le ordeno con un notable tono de amenaza.

El vampiro aparta la mano, pero no por el hecho de sentirse intimidado, sino por su curiosidad. Esta inunda cada una de las expresiones de su rostro, confiriéndole así un ligero aspecto infantil.

-Después me vino a la cabeza la idea de que fueses un licántropo, pero tampoco tengo ganas de matarte.

Me mantengo en silencio sin saber exáctamente qué decir ni qué hacer, tansolo quiero que se vaya de una vez por todas ese asqueroso vampiro que invade mi casa sin tener ningún permiso.

-¿Qué eres?- pregunta al fin.

La pregunta no me sorprende, la he escuchado demasiadas veces, y me toca volver a mentir, pero ya no siento ningún remordimiento al hacerlo, ya no.

-Soy una persona- respondo con serenidad.

-Entonces no te importará que pruebe un poco de tu sangre.

-No creo que sea de tu agrado.

-Tansolo un mordisquito- insiste con voz aterciopelada.

-Aléjate, bicho asqueroso- escupo con asco mientras le miro directamente a los ojos.

Hace como si no me hubiese oído, y agarra mi muñeca con fuerza. Realizo todo el esfuerzo posible para librarme de él, pero es tan fuerte como mil hombres juntos, y al intentar empujarle para alejarlo de mí descubro que es como intentar mover una enorme roca.

Acerca lentamente mi muñeca a sus fauces y abre la boca a medida que mi muñeca se encuentra a menos distancia, y de pronto en un movimiento tan rápido como el viento saca una afilada navaja y me propina un profundo corte.

El dolor es inmediato, pero de la misma manera que ha llegado desaparece. El vampiro observa mi muñeca mostrando su interés. Ya no vale la pena hacer fuerza para liberarse, aun así mantengo mi mirada de hostilidad. Dirijo la vista al punto donde he sentido producirse el corte, y ya tansolo queda una fina marca blanca que se va disipando por segundos.

-No sangras- apunta sin apartar la mirada de donde debería estar la herida, entonces me mira a los ojos-. ¿Qué eres?

Esta vez la pregunta me provoca una incomprensible presión en el pecho que intento evitar, y de golpe tengo la necesidad de hablar. Sé que no debo, pero esa sensación...

Y ahí llega mi salvación, el sonido de un potente rugido que parece procedente de un enorme león. Sin embargo mis orejas se arquean alerta y mi cola se heriza avisándome de un posible peligro.

Esta no es mi salvación, es la puerta de mi infierno.